Cuatro periodistas en peligro en Tehuacán

Por Jesús Ramos

Tehuacán amaneció el martes con amenazas a periodistas locales. Una manta colgada por la ruta a Córdoba, donde miles la vieron toda la noche menos la autoridad municipal.

Desde la una de la madrugada hasta las siete de la mañana estuvo ahí, ondeando con el viento, recodando que en esa ciudad los delincuentes madrugan más que la policía.

La amenaza no fue para funcionarios ni políticos, pero sí dirigida a los comunicadores Pepe Bravo, Paco Urrutia, Eloísa Rodríguez y Enrique Amayo, cuatro nombres, cuatro vidas, cuatro voces que informan  lo que ahí sucede y que “algunos” quieren ocultar.

La manta los señalaba y los intimidaba, mientras el ayuntamiento de Alejandro Barroso dormía su sueño burocrático. El episodio es tan simbólico como doloroso. Seis horas exhibió su indiferencia la municipalidad.

Cuando sus 300 mil habitantes ya la habían visto físicamente o por las redes sociales, los policías retiraron la manta al amanecer. Sospechan los comunicadores que el mensaje se relaciona con el reciente despido del exdirector de Seguridad Pública Francisco Javier Negrete cesado por agredir al periodista Roberto Terán.

En conjetura grupal de la prensa tehuacanera piensan también que el hilo conductor lleva al alcalde Alejandro Barroso, cuya molestia con la prensa es de amplio dominio por las publicaciones diarias de ejecutados, robos y balaceras en la ciudad que ha exigido no se divulguen.

Barroso no ofreció protección a los periodistas amenazados ni solidaridad. Tampoco lo hizo su director de comunicación social Josué Bautista, cuya función, paradójicamente es comunicar. En Tehuacán los voceros y alcaldes callan mientras los criminales redactan comunicados en lona.

El gobernador Alejandro Armenta que ayer estuvo de visita en Tehuacán por la inauguración del Festival del Mole de Caderas sí les tendió la mano, escuchó a los periodistas, ofreció protección y botones de alerta, gesto que contrasta con la indiferencia del edil.

En Tehuacán la libertad de expresión depende del humor de los delincuentes y la valentía de quienes aún se atreven a escribir. Barroso parece no entender que la prensa no es su enemiga, sino el espejo de sus resultados y fracasos. Pretende que no se publiquen las ejecuciones, eso es negar la violencia y esconder los muertos bajo la alfombra.

En la manta se escribió una amenaza. En el silencio del alcalde y su director de comunicación se escribió otra más sutil y peligrosa, la amenaza de la omisión, cobardía y desprecio por la verdad. @analisistv

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