Cifras que duelen: jóvenes al borde y una sociedad que no escucha

Por Carlos Clemente

Un lamentable suicidio ocurrió la tarde de ayer en la capital poblana. Una joven identificada como Yusvely, de 20 años y nacionalidad venezolana, perdió la vida tras arrojarse desde el puente peatonal sobre la vía Atlixcáyotl, en la zona de Angelópolis.

Antes había publicado en sus redes sociales un mensaje de despedida para su madre. Ahí relató haber sido víctima de abuso sexual y no haber recibido respaldo ni apoyo de nadie.

“Nunca me sentí realmente querida”, escribió. También dejó un mensaje a sus amigos: “Échenle muchas ganas a la vida, yo muchas veces creí que tenía potencial para algunas cosas, pero me terminé convenciendo de que no. La vida es bonita, adoro vivir…”.

Se supo que mantuvo comunicación con su novio momentos previos a su fatal decisión. Fue él quien llamó a los números de emergencia, pero la ayuda llegó tarde.

Su posteo en Instagram refleja un estado de profunda depresión. Yusvely no tuvo —o no encontró— una red de apoyo que la ayudara a salir del abismo emocional en el que se encontraba.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, entre enero y julio de este año se registró en Puebla en promedio un suicidio cada dos días. En total, 123 casos en siete meses.

La tasa estandarizada de suicidios por entidad federativa en 2024 ubica a Puebla con 6.8 por cada cien mil habitantes, justo en el promedio nacional, según cifras del Inegi.

Las tasas más altas se registran en Chihuahua (16.4), Yucatán (16.2) y Aguascalientes (14.3). Las más bajas, en Guerrero (1.6), Chiapas (4.6), Baja California (5.6) y Veracruz (5.6).

Aunque los números se mantienen en los rangos de años recientes, hay un dato que debería encender todas las alarmas: en 32 casos se trató de niñas, niños y adolescentes, lo que representa una cuarta parte de las muertes por suicidio en Puebla.

El suicidio no se combate con discursos ni campañas de ocasión. Se previene con atención real, empatía y redes de apoyo que funcionen, no que sólo existan en los discursos. Las autoridades deben dejar de tratar estos casos como estadísticas y asumirlos como alertas. Urge salud mental accesible y educación emocional.

Pero también la sociedad tiene su parte: aprender a mirar, preguntar, acompañar. Detrás de cada cifra hay alguien que pidió ayuda, aunque no lo hiciera con palabras. @analisistv

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