Inflaron muchote el costo de la feria de Cuautlancingo

Por Jesús Ramos

En los ayuntamientos poblanos se ha perfeccionado el inflar facturas hasta hacerlas flotar por encima de cualquier parámetro de la lógica, decencia y sentido común. Los alcaldes de hoy compiten por quién maquilla con mayor descaro los costos de sus ferias, obras y servicios.

Omar Muñoz, edil de Cuautlancingo, decidió que la feria de su pueblo debía convertirse en un monumento a la sinverguenzada. Veintidós millones de pesos para doce espectáculos. Un gasto tan redondo como la sonrisa de quien sabe que el dinero es elástico y que puede estirarse hacia el lado que se decida.

El argumento de Muñoz, si llegara a esgrimirlo, sería que el costo incluye organización, escenarios, sonido, iluminación, templetes, apoyo técnico y quizá la publicidad. Pero sucede que en San Martín Texmelucan, de su homólogo Juan Manuel Alonso, se ofreció una feria con 18 espectáculos, mejor cartel, mayor afluencia y más calidad artística por 10 millones de pesos con los mismos conceptos de servicios.

Las comparaciones son odiosas, excepto cuando sirven para exhibir la obscenidad. Porque cuando un municipio gasta más del doble por menos eventos y peores resultados, la explicación no está en la inflación ni en el valor del agregado, sino en el valor sustraído.

Los contratos de ambos alcaldes que obran en poder de este medio muestran una práctica ya común de desgloses ambiguos, rubros inflados, cláusulas generales que permiten presupuestar lo que se antoje con el lenguaje inaccesible de la burocracia.

A los ciudadanos se les vende la idea de que las ferias reactivan la economía global y generan derrama económica, cuando en realidad reactivan la contabilidad creativa de quienes ven el erario como piñata. Las ferias de pueblo ya no son para el pueblo, sino para los proveedores consentidos del poder en turno.

Y mientras los ciudadanos aplauden entre luces y fuegos artificiales, alguien desde el balcón de la presidencia municipal hace cuentas con sonrisa discreta, porque al final, el verdadero espectáculo no está en el escenario sino en los números.

En Cuautlancingo la feria costó 22 millones. En Texmelucan 10 millones. Y en ambos, el precio de la honestidad sigue siendo incosteable si verificamos las acciones de gobierno de sus respectivos alcaldes. @analisistv

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